viernes, 16 de septiembre de 2011

PROFECÍAS

Una profecía (del latín prophetīa, y este del griego προφητεία, o quizá del griego φαινος, aparición) es, en la primera acepción del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, un "don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras".


Podría considerarse la existencia de diferencias entre los términos "profecía" y "predicción". El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española no marca límites tan precisos en el sentido de la palabra "predicción", al señalar que "predecir" significa "anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder". Por lo tanto, la "predicción" puede involucrar un don sobrenatural, un proceso lógico-racional, o un juicio más o menos subjetivo basado en indicios u observaciones. Por el contrario, la mayoría de las acepciones del citado diccionario referidas a la palabra "profecía" señalan que se trataría de un "don sobrenatural", es decir, que sería "inspirada por Dios". Así, se sitúa a las profecías mayormente en el ámbito de la fe, sin ligarlas necesariamente a un razonamiento en la previsión del resultado predicho.

En grados diversos y formas variables, las religiones de la antigüedad hicieron referencia a hombres "inspirados" que afirmaban hablar en nombre de su dios. Pero en las grandes religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo, Islam), las manifestaciones extraordinarias nunca constituyen lo esencial en los profetas, que se distinguen claramente de otros exaltados o simuladores por tener simplemente carácter de "mensajeros". Las profecías eran, pues, consideradas simples indicadores del designio de Dios. Hasta la fecha, más allá de las evidencias científicas que puedan o no resultar suficientes para unos u otros, muchos seguidores de estas grandes religiones históricas afirman que, en buena medida, las profecías de sus libros sagrados se han cumplido.

Las profecías en Israel y en el Cristianismo Primitivo

En la tierra de Israel, los profetas se diferenciaban de los existentes en otros pueblos, por tener los siguientes rasgos:
1) Eran llamados por Dios, y varios de ellos narran con claridad su vocación, e inclusive su reticencia inicial a seguir el llamado. Son, por lo tanto, hombres que tienen "una experiencia de Dios": hablan a partir de lo que vivieron ellos.


2) Eran hombres de palabra. No se dedicaban a "adivinar". Interpretaban la historia desde la perspectiva de Dios, y así señalaban las exigencias de Dios, tanto al pueblo como a los gobernantes y sacerdotes, para llevarlos por la senda del arrepentimiento y del amor.


3) Eran profundamente religiosos: sus palabras eran en todo coherentes con sus obras.


4) Eran intercesores por el pueblo delante de Dios. Por eso, una de las tres partes de la Biblia hebrea es llamada "nebi'im" (= profetas).
Siendo estos el carácter y la función de los profetas, no es de extrañar que la Biblia ponga a Moisés a la cabeza del linaje de los profetas, pues conoció al Señor Dios "cara a cara" (Deuteronomio 34, 10). Son ejemplos memorables de profetismo los profetas Elías y Eliseo, y los profetas "canónicos" Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Oseas, Miqueas, Sofonías, Nahúm, Habacuc, Ageo, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel, etc.


La comunidad cristiana primitiva reconoció que en ella se manifestaba nuevamente la inspiración profética, como señala explícitamente San Pablo: "El que profetiza habla a los hombres para edificarlos, exhortarlos y reconfortarlos... El que profetiza edifica a la comunidad" (I Corintios 14, 3-4).



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